Profesionales que no te aseguran resultados. Profesionales incapaces de certificar que el trabajo que hacen arrojará unos números mejores, que es al fin y al cabo, de lo que trata. Los médicos son una panda de personas que venden, nada más y nada menos, que humo.
¿Cómo llamarías a un profesional, de cualquier rama, que no pudiera justificar su trabajo? Imagínate: una persona que trabaja en un surtidor de gasolina que no te asegura que te ha echado gasolina o gasoil, que no puede confirmarte que te ha suministrado y cuanta ha sido.
Los médicos, esos personajes oscuros que se esconden tras un halo de misterio, ocultando lo que hacen (o dicen que hacen) y haciendo creer al resto de la fauna humana que son necesarios y que sin ellos la gente no se pondría bueno nunca. Tácticas extrañas y escondidas, en su manga ancha. Brebajes y pociones para curar al enfermo.
Los médicos. Años de estudio, prácticas en horarios infinitos, viendo, una y otra vez, los mismos casos hasta que, a base de verlos, los médicos entienden y aprenden a discernir, eligiendo uno u otro tratamiento, el que mejor le viene al paciente. Y nos fiamos de ellos, a pesar de que muchas veces se equivocan.
Y cuando llegamos a su consulta, y lo vemos allá, sentado en su gran mesa, sin una pantalla de ordenador cerca, con todo el escritorio recogido y ordenado, con decenas de cachivaches médicos por doquier, con cajas de medicinas variadas a la espalda y decenas de libros con extraños y desconocidos títulos, parapetado tras esa bata blanca, confiamos en el. Sabemos que más de una vez habrá mandado paracetamol cuando con un ibuprofeno es suficiente. Pero aún así, nos fiamos de lo que nos diga. Porque ninguno somos médicos y no sabemos qué es lo que es mejor para una determinada enfermedad.
Y cuando el tratamiento no ha funcionado, volvemos a ir. Le explicamos que hemos hecho durante el tiempo que se supone que deberíamos habernos curado. Y le mentimos al señor de la bata blanca, si. Le mentimos, porque nos da vergüenza reconocer que es muy probable que no estemos mejorando por que salimos a la calle sin abrigar y con el pelo mojado.
Pero no nos cabreamos, solamente entendemos que puede haberse equivocado. Bueno, si nos cortan un pié cuando entramos al quirófano porque tenían que hacernos una extirpación de la vesícula si levantamos la voz. Y salimos en los periódicos. Y denunciamos al médico porque no ha hecho su trabajo, pero, en realidad, no los tachamos de vendehúmos o de alquimistas de la oscuridad.
¿Has llegado hasta aquí? Juguemos un poco. Cambia en las frases anteriores la palabra médico por la palabra SEO. ¡Mola! ¿qué no? Así me siento yo cuando alguien que no tiene ni idea de mi trabajo se ve cuestionado por personas que por leer un blog y haber asistido a una conferencia, me lo cuestionan, me intentan rebatir mi táctica, mi arquitectura planteada. Entiendo, sinceramente, las preguntas. Entiendo la curiosidad (y me encanta). Amo que me pregunten por cosas que han visto y han leído. Pero que tengan el valor de decirme que lo que yo planteo está mal porque “leyeron una vez que…” no lo aguanto.
A otro médico con ese hueso.