Es dura la vida del Galáctico… muy dura. Soy tirador de carros desde que tengo uso de razón si es que alguna vez lo he tenido y debo confesar que es vida muy dura, nadie sabe cuán dura es, nadie lo sabe.
No es fácil levantarse cada mañana sabiendo que has de tirar del carro. Me levanto, me ducho, me afeito -a veces, si no estoy muy cansado para ello- y elijo vehículo no sin dificultad para ir a entrenarme. Cuando uno tiene varios vehículos a cual con más prestaciones hasta la decisión más sencilla se vuelve insoportable como la más pesada de las pesadas losas. Cuando uno tiene una casa de 1000 metros cuadrados los desplazamientos son una carga y las comunicaciones -por walkie talkie- resultan agotadoras. Las palabras nunca han sido mi fuerte y mi vocabulario no es muy amplio, pero es que he concentrado todos mis esfuerzos en tirar de los carros, dura vida esta, realmente dura.
A veces creo que no seré capaz de soportar los diez minutos de carrera continua con que el entrenador trata de aniquilarnos cada mañana (de los días impares, los pares hay baño y masaje), aunque finalmente sí aguanto el duro trote de mis compañeros más veteranos. Después nos mentalizamos para el partido, para ese instante en que después de arrostrar ochenta minutos de hastío y abulia destapamos el tarro de nuestras esencias y resolvemos el match. Dicen que carecemos de fundamentos tácticos y de la más elemental de las disciplinas, mas…. ¿acaso no es el galáctico imagen y semejanza de aquellas constelaciones que allá en el firmamento siguen, cuánticas y caprichosas, las aseveraciones de Heisenberg, Dirac, Planck o Del Bosque?
No es fácil ser tirador de carros. Año tras año y partido tras partido y día tras día todos los entrenadores se empeñan en colocarme en el campo. Así llueva o haga calor, meta goles o pifie todos los tiros, ahí estoy en el campo. Dicen que no tengo fuerza en el chute, que no soy rápido en una
carrera, que carezco de clase, toque y regate. No diré que estén equivocados, pero tampoco puedo afirmar que estén en lo cierto. Como tirador
de carros apelo al liderazgo, a los intangibles, a lo que el ojo no ve. Abro espacios, intimido, tiro del carro. Soy un oportunista del área.
La gente cree que no disfrutamos, que salimos al campo con la desidia propia del galáctico de la era de Lorenzo Sanz. La gente no debería pensar así, no, no debería decir esas cosas. Después del agotador entrenamiento de hora y cuarto -tiempo de traslados incluidos- probablemente nos espere una sesión fotográfica o un atavío de gladiator para un anuncio de pepsi, con lo que jode llevar las dichosas chanclas. No es fácil, no, bien sabe Zeus que no lo es. Coger un vuelo de preferente y volar a Mónaco para jugar un parchís de elite y transbordar ipso facto a Milán para el final de un desfile y saludar después en Southhampton a las estrellas olímpicas del último torneo de voley-barro.
Volar ya no es lo que era. Ahora ni en iberia te dan ya aquel zumo. Hay que apoquinar. Lo triste es que yo vuelo en special bussiness vip class y no
puedo evitar leer los periódicos y las críticas despiadadas hacia el equipo, hacia mis compañeros y yo que lo damos todo, que amamos el deporte y los colores y sentimos las derrotas más que el más sentido de los aficionados de toda la vida, bien lo sabe Zeus, bien lo sabe.
La vida del deportista es muy corta. Unos pocos años y paff, se acabó. A comentar en la ser. Es dura la vida del tirador de carros y del galáctico… todo el día y la noche rodeado de críos que te acosan y de hermosas mujeres con las que necesariamente es conveniente que a veces uno tenga que ser amable porque se debe el galáctico a esos aficionados y aficionadas que llenan los campos y llenan las arcas de los potentados magnates del peiperviú. Y como ídolos de la sociedad damos ejemplo, aunque a veces queramos decir no, pero no es educado, no sería un buen ejemplo, no, no lo sería. A veces si hace un poco tarde, sí, dura es la vida. Porque al día siguiente el carro no espera.
Es lo que tiene ser galáctico.