Al sur hallamos la Subbética, comarca de estribaciones calizas de carácter montañoso y valles de contrastes, donde el agua adquiere la máxima expresión. Nos adentramos por la Vía Verde de la Subbética que tiene su Centro de Interpretación en la estación de Cabra y que en otros tiempos fuera linea férrea que canalizaba metales y aceites desde la vecina provincia de Jaén hacia el puerto de Málaga, hoy nos ofrece un apasionante paseo entre la agreste naturaleza serrana y la humanizada y olivarera campiña cordobesa. En la señorial Cabra, el santuario de la patrona de la Sierra ofrece un magnífico mirador y lugar de continuas peregrinaciones. Lucena se hace visita obligada para contemplar el espectacular Sagrario de San Mateo, virtuosa joya del barroco cordobés endulzada por los «caldos» que siguen produciendo bodegas de enraizada tradición. A los píes del bello pueblo andaluz de Iznájar hallaremos el llamado Lago de Andalucía, que es como se conoce popularmente a su embalse. En tierras del famoso bandolero José María «El Tempranillo» se localiza la única laguna natural de aguas permanentes, Amarga, próxima a la aldea de Jauja, donde el Genil provoca itinerarios visuales de gran contraste.
Pero el agua también ha contribuido a dibujar mágicos paisajes subterráneos, como la Cueva de los Murciélagos en Zuheros, espléndida estampa de población rural incrustada de manera altanera en la serranía. Por septiembre, se enorgullece de celebrar una de las más afamadas ferias de queso de cabra, vianda que la localidad produce de manera exquisita. Finalmente, la unión en perfecta armonía entre el hombre y el agua se produce en la monumental Fuente del Rey, ubicada en una ciudad que sin el agua no se entiende: Priego de Córdoba. Villa donde el arte deleitó los sentidos con la construcción barroca del Sagrario de la Asunción; asimismo se expresó con gracia popular en el floreado Barrio de la Villa y rindió culto al sabor con su ampliamente galardonado aceite. La riqueza de la Subbética se completa con los anisados, licores y dulces de Rute, que los exhibe hoy con orgullo en sus numerosos espacios museisticos; los ancestrales sones con los que bailan los danzantes de Fuente Tójar; y la «villa» del Ruedo, en Almedinilla, que nos traslada en el tiempo para saborear los placeres de la mesa romana.
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